En mi vida aparecieron
en momentos a salvar
mi alma, ángeles claros
como salidos de la oscuridad.
Andaban sin que los viera,
volando alrededor.
Y en el momento
de una caída, me sostuvieron
dando señal de algo, de otro lugar.
Iluminaron la senda nocturna
sin luz de luna,
sendas inciertas, o incluso
en algunas llenas de certezas ajenas,
me tomaron de la mano
y me llevaron fuera.
Aparecieron siempre,
con formas nuevas, con caras buenas,
miradas cargadas de eternidad,
me descubrieron, de ropa ajena,
me devolvieron
a mi lugar.
-No sé qué es eso. Y así es saber-.
¿Quiénes serán, ángeles ciertos,
que a mis hijos cuidarán?
¿Quiénes serán ángeles para los hijos de mis hijos, si los hay?
¿Cómo llamar? ¿Cómo pedir que nunca dejen de estar?
¿Seré un ángel para alguien más? Voy a intentar no ser nada, así pueden ellos usar mi cara, mis ojos, mis manos, y acariciar la superficie de algo y estremecer, amanecer a la vida en su justo lugar.